miércoles, 8 de enero de 2014

FFIV: El cuarto, el mejor.


Todo buen aficionado a los videojuegos ha probado al menos una vez cualquiera de los títulos que componen la infinita saga de Final Fantasy.
Los que nacimos a principios de la década de los noventa vivimos de primera mano el increíble Final Fantasy IX, lo que nos condujo a probar las otras dos entregas anteriores y en algunos casos esperar con ansia las siguientes.
A los emotivos momentos de la novena entrega se sumó el descubrimiento del inimitable Squall de Final Fantasy VIII y la alucinante historia de Final Fantasy VII, considerado uno de los mejores videojuegos de la historia. Tras ellos llegaron otros títulos, pero muy pocos de nosotros decidimos mirar más atrás y vivir en persona el origen de lo que en ese momento considerábamos videojuegos geniales.

Podría hablar de las seis entregas anteriores, pero sin duda alguna la que se merece mi más sincero aprecio es aquella que considero la mejor de toda la saga hasta ahora (y viendo el panorama, dudo mucho que sea superada).


Final Fantasy IV fue pionero en lo que consideramos normal en todos los juegos posteriores: personajes excelentes e historia compleja.
Para empezar, se eliminó la opción de cambiar a los personajes su estilo de combate y de ponerles el nombre que nos diese la gana, además se creó una historia compleja y plagada de giros argumentales de las que luego cogerían ideas todos los títulos siguientes, especialmente a partir del VII.

También se introdujo el sistema de Batalla en Tiempo Real, es decir, luchábamos contra nuestros enemigos mediante un sistema de turnos que en realidad no eran tales, ya que podíamos ser golpeados mientras pensábamos que hacer, lo que sumado a la creciente curva de dificultad (también considerada "normal" en la saga) nos obligaba a actuar con rapidez e inteligencia.

Todo era nuevo en Final Fantasy IV, y reconozco que siento cierta envidia por aquellos que lo disfrutaron en su momento de salida, ya que la sorpresa debió ser muy satisfactoria además de salvarse de ese arrebato que nos entraba algunos de gritar "¡Esto lo han copiado!" hasta que nos dábamos cuenta de que era precisamente al revés.


El protagonista de la historia es Cecil Harvey, un Caballero Oscuro capitán de la flota de barcos aéreos del Reino de Baronia, que sirve a su Rey con devoción ciega y está locamente enamorado de la hermosa Rosa, a quien también ama su mejor amigo, Kain.
Cecil, pese a su actitud fría y su fidelidad al Rey, comienza a dudar de que las misiones sangrientas y despiadadas en las que se embarca cumplan realmente a algún propósito lógico y así se lo expone a su monarca, ganándose como castigo viajar a una aldea cercana a cumplir, supuestamente, un simple encargo.
El "encargo" resulta no ser tal, y finalmente Cecil, atormentado por la muerte que ha causado tanto directa como indirectamente, decide renegar del reino que había sido su hogar y seguir su propio camino hacía la redención.

Su viaje le llevará a descubrir las razones ocultas tras la nueva crueldad del Rey de Baronia y deberá hacer todo lo posible por detenerlo no solo para redimir sus pecados, sino para proteger a las personas que ama y finalmente, al mundo entero.

De esta forma comenzamos nuestro viaje en una aventura de argumento totalmente lineal, algo que me parece bastante obvio si quieres contar una historia de mucha calidad, y podemos ver como nació lo que hoy en día es la esencia de Final Fantasy. 

En cuanto a los personajes, tenemos un total de doce protagonistas de los cuales únicamente se usarán cinco para el combate. Y es aquí donde veo el mejor aspecto de Final Fantasy IV y una de las razones de que sea tan buen juego: No podemos elegir a quien llevar en nuestro grupo de personajes.
Me explico: En la mayoría de juegos posteriores también tenemos un plantel de personajes más o menos amplio y en cierto punto debemos decidir a cuales llevamos en nuestro "equipo titular" para cada batalla.
Esto es en cierto modo engañoso, ya que nos dan libertad para crear un grupo con nuestros personajes preferidos pero siempre habrá un equipo en concreto (obviamente el formado por los protagonistas de más relevancia) que sea muchísimo más eficaz.
En FFIV nuestro equipo será aquel que nos imponga el argumento sin poder realizar cambios, lo que nos obligará a ir desarrollando diferentes estrategias y hará que acabemos cogiendo cariño a cada personaje de forma individual.
Desde mi punto de vista, esta es una forma excelente de afianzar la calidad del argumento.


En general los personajes están diseñados correctamente, aunque hay unos pocos que destacan sobre los demás con diferencia.
El prota absoluto, Cecil, es profundo y complicado, con muchos secretos y un gran viaje de redención como base para unas escenas alucinantes, pero también están su amada Rosa, una maga curativa cuyo único deseo es estar junto al hombre que ama a costa de lo que sea, su viejo amigo Kain, un poderoso guerrero frío y oscuro pero inestimable como aliado y la joven Rydia, una poderosa invocadora con fobia a su propio poder.
Otros curiosos son Edge, el ninja narcisista, Edward el bardo (su poder es literalmente motivar con diferentes canciones) y los pequeños magos Palom y Porom.

Historia sobresaliente, personajes perfectos y un estilo de juego que casi nació gracias a esta entrega. Por todo esto y por las sensaciones que transmite al jugarlo puedo decir, sin duda alguna, que Final Fantasy IV es mi medalla de oro en una linea de videojuegos que tiene ya treinta años a sus espaldas.

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