sábado, 20 de junio de 2015

[Análisis] Bloodborne (2015): El mejor cazador miente más que caza


Los mayores fans de la Saga Souls de videojuegos esperaban con ansia esta nueva entrega de la mano de From Software y dirigida por el presidente de la compañia, Hidetaka Miyazaki (creador de la saga, director de Demon's Souls y Dark Souls, supervisor de Dark Souls II...casi nada). Se anunció como un exclusivo de PlayStation 4, concediéndole a la plataforma de Sony multitud de ventas tras su estreno en marzo de este año y convirtiéndose en uno de los juegos más queridos y jugados de la nueva generación.

Bloodborne no decepcionó en absoluto, aunque ciertos errores durante sus primeros meses (excesiva duración en los tiempos de carga, algo que ya está solucionado) y la inevitable comparación con sus predecesores espirituales permiten sacarle algunos peros.
En muchos sentidos se ha mantenido fiel a los jugadores que venían esperando un Dark Souls, pero añadiendo ciertos cambios que pueden verse como una revolución o como una casualización, dependiendo del punto de vista que tenga cada uno.
Como fan absoluto de la saga Souls y jugador "veterano" de todos ellos, lo que estaba claro es que Bloodborne me iba a causar algún tipo de impacto.



El argumento sigue el estilo narrativo de la mencionada saga de Form Software, con una ausencia total de historia propiamente dicha. En realidad, Bloodborne posee un trasfondo muy complejo e incluso sorprendente, pero para descubrirlo debemos leer todas y cada una de las descripciones de los objetos que obtengamos durante la aventura, charlar con los pocos personajes amistosos que encontremos e incluso fijarnos en los detalles de los escenarios o del diseño de los Jefes Finales.
Aunque si logramos alcanzar el último y mejor final del juego (posee tres, y su obtención depende de conseguir unos objetos secundarios que suponen la clave de la narrativa), Bloodborne nos compensará con una "explicación" (hablo de un par de Jefes Finales y una cinemática) que probablemente nos sirva para desvelar la mayoría de misterios y nos permita ver su complejidad.

Todo comienza con nuestro personaje tumbado en una camilla y a punto de recibir una transfusión de sangre de un misterioso hombre. Este señor nos pide rellenar un contrato de cazador, realizando así la creación de personaje, y después nos deja a nuestra suerte en la peligrosa ciudad de Yharnam, un lugar verdaderamente hermoso con una ambientación y diseños góticos que se alejan bastante de los visto en los Souls.
Con nuestra llegada, está a punto de suceder el momento de la cacería, una noche en la que las bestias camparán a sus anchas por la ciudad, y, al ser nuestra ocupación como cazador el único dato de que disponemos, no tenemos más remedio que salir a las calles y enfrentarnos al verdadero terror.


Hombres enloquecidos, licántropos y otros seres a los que es imposible dar nombre nos esperan dispuestos a hacernos sangrar, así que más nos vale aprender rápido el oficio.
Disponemos de dos tipos de armas para emprender con eficiencia la cacería, primero tenemos las armas cuerpo a cuerpo o armas truco, una original revisión de las clásicas armas añadiéndoles formas alternativas, como un estoque que se convierte en látigo, una daga que se divide en dos más pequeñas o una espada que funciona como el mango de un martillo enorme. Estos cambios de forma pueden realizarse en cualquier momento, por lo que podemos (y debemos) usar sus diferentes efectos en función del enemigo que tengamos delante.
En la otra mano llevamos las armas a distancia, como pistolas, trabucos o un cañon portátil. El objetivo de estas armas no es causar mucho daño (excepto el cañón), sino que sirven para realizar el nuevo sistema de contraataques, toda una revisión en el genero y que convierte Bloodborne en un juego mucho más frenético.

Si disparamos nuestra armas en el momento exacto (pero exacto, exacto) en el que el enemigo que tengamos delante realiza un ataque, lo desequilibraremos durante una milésima de segundo, lo cual nos permitirá asestarle un "ataque visceral" con nuestra arma truco que le quitará una increíble cantidad de vitalidad. Muchos enemigos son casi imposibles de derrotar sin ataques viscerales y los Jefes Finales no están inmunizados ante esta técnica, por lo que resulta prácticamente obligatorio ser un experto con estas armas y estos ataques especiales para completar tan complicado juego.


Tanto la ambientación del título como los Jefes que debemos enfrentar merecen un lugar de honor en el género, ya que superan ampliamente todo lo visto en Dark Souls (al menos los Jefes, ya que la ambientación es algo más subjetivo).
La ciudad de Yharnam es una autentica preciosidad, no solo en cuanto a su potencia gráfica (que también), con una arquitectura y unos diseños de escenario que me han obligado a pararme para girar la cámara porque quería simplemente disfrutar de las vistas, pero sin dejar de ser un lugar terrorífico con callejones oscuros, túneles y cementerios. Sin duda podemos sentirnos como un solitario cazador en la aventura de su vida.
Una pena que esta inmersión en Bloodborne se pierda cada vez que viajamos al Sueño del Cazador, el lugar al que regresamos al morir y donde mejoramos a nuestro personaje, ya que resulta muy molesto tener que volver una y otra vez a un lugar tan pacífico, seguro y alejado de todo (aunque esto es otra clave más del intrincado argumento).

Los Jefes Finales son el corazón del juego, son ese "algo" que marca la diferencia entre un buen juego y un juego soberbio.
Diseños increíbles, escenarios de combate perfectos y unas batallas realmente épicas gracias al nuevo sistema que introduce Bloodborne. Recordemos que aquí no hay escudos o armaduras que valgan (los ropajes que nos ponemos son, por desgracia, más por estética que por protección), por lo que eso de parar los golpes o confiar en nuestra armadura se ve sustituido por pura agilidad y observación. Si no esquivas, estás muerto. Si no golpeas en el momento adecuado, estás muerto. Si crees que haber jugado a todos los Souls va a salvarte de estos monstruos, lo siento, pero lo llevas claro.


Otro aspecto que me ha enamorado ha sido el apartado sonoro.
Los pasos, el golpear de las armas, la respiración de los enemigos.....todo está cuidado con muchísimo detalle y nos hace sentir la acción de forma muy realista. Cuando nos atacan con fuerza podemos oír la sangre salir a borbotones de nuestro cazador, lo cual concede una mezcla de emoción y desagrado alucinante.
Soy consciente de que los temas que suenan durante las batallas de Jefes Finales también son espléndidos, pero llevo arrastrando una fuerte manía desde el primer Souls, y es que me resulta imposible prestar atención a la música cuando me estoy enfrentando a un Jefe Final. Únicamente puedo oír el sonido de los movimientos, las heridas y el rechinar de las armas pero, como ya he dicho, esos detalles están tan cuidados que son más que suficiente.

Ahora bien, no todo son alabanzas para Bloodborne, pues le he sacado multitud de fallos que, si bien no trastocan en exceso la experiencia jugable, espero no volver ver en próximas entregas.
Para empezar tenemos las Mazmorras Cáliz, unas zonas secundarias divididas en niveles cuya única finalidad es alargar artificialmente el juego (aunque te intentan colar algo de argumento en una) y proporcionar más alicientes para el multijugador, algo que un Souls que se precie no necesitaría hacer, al menos no de forma tan descarada.
Tampoco me gusta la escasez (en cuanto a armas) y falta de utilidad (en cuanto al resto del equipo) que tienen los componentes con los que personalizamos al cazador, pues considero que afecta en gran medida a la rejugabilidad. Una vez te haces a un arma y encuentras el atuendo que te gusta, te pasarás todas y cada una de tus partidas igual.


Si hablamos de la dificultad, Bloodborne parece una tener una falta de "equilibrio".
En cuanto a los enemigos y el combate, probablemente sea el juego más complicado de la Saga Souls. No tenemos escudos, todos nuestros enemigos tienen algún golpe especial que nos puede matar de uno o dos golpes y los Jefes Finales son extremadamente desafiantes.
Pero en cuanto a la dificultad "del entorno", Bloodborne es un chiste. Las emboscadas enemigas son sumamente predecibles, las trampas se cuentan con los dedos de una mano (están todas en una única zona), siendo tan llamativas que hasta lo consideré una burla de los desarrolladores y no tenemos esos salientes con objetos que nos obligaban a escoger entre la avaricia y la seguridad.
En mi primera partida, sin saber nada del juego, no hice saltar ninguna trampa y me emboscaron solamente en una zona en la que resulta inevitable (aún así, el enemigo que me emboscó apareció tan tarde que ya me estaba marchando del lugar). Todas mis muertes las causaron los combates directos, y eso es un insulto a los predecesores de este juego.

Con todos sus fallos, Bloodborne no deja de ser uno de los mejores juegos del panorama actual y es muy recomendable para cualquiera que sienta cierto interés por él. Sobra decir que todo jugador de las obras de Miyazaki debe probarlo, y digo sobra porque cualquier amante de los Souls sentirá una atracción inevitable hacia Bloodborne.
Te entra por los ojos al verlo y por las manos al jugarlo, te atrapa y no te suelta hasta que te has visto al menos los tres finales y has derrotado a todos los Jefes, hasta que has recorrido cada callejón de Yharnam en busca de algún personaje amistoso o alguna nota que te confirme tus sospechas sobre la horrible verdad que rodea a la ciudad.
Es desafiante, hermoso de ver y muy entretenido. Cualquiera que esté dispuesto a afrontar la noche de la cacería sin duda verá su coraje recompensado con un título excelente que tardará en perder su trono.

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