El protagonismo de Dragon Ball siempre ha recaído en Son Goku, aunque se le diesen varios compañeros al principio de la aventura o su hijo fuera, supuestamente, la clave para derrotar a muchos villanos (cómo olvidar el mensajito de Toriyama al principio de la Saga de Bu diciendo que Gohan sería el protagonista a partir de ese momento), pero con el llamado Dragon Ball Super, que no es más que una continuación de la obra original, este papel protagonista ha pasado a estar compartido con uno de los personajes que mejor desarrollo está teniendo desde que se empezó a publicar esta secuela: Vegeta.
Sí, era bastante previsible que el Príncipe de los Saiyanos (voy a intentar usar todo el tiempo los términos de la traducción española, aunque de primeras me salga decir saiyan) fuera a tener un papel importante en Dragon Ball Super, pero quizás no era tan previsible que se convirtiera en mucho más que un segundón enfurruñado que hace una cosa buena de entre mil cosas malas. Hace tres años hice una relectura completa de la primera parte de Dragon Ball que fui comentando en Twitter casi escena por escena en la que dije que Vegeta era uno de los personajes más incoherentes de la obra pero a su vez el que más desarrollo tenía casi al final de la Saga de Bu, pues bien, esa incoherencia se ha terminado y han dejado el desarrollo, la evolución constante y el ser un complemento perfecto a Goku tanto en personalidad como en estilos de combate.
ATENCIÓN: A partir de aquí hay spoilers hasta el último tomo del manga Dragon Ball Super publicado en España (Tomo 15-Capítulo 68).
Al principio de todo, hace muchos años, Vegeta se nos presentó como un villano cruel y sanguinario que colaboró en la muerte de muchos personajes queridos y estuvo a punto de acabar con Goku, Gohan y Krillin en una de las peleas más largas y, en mi opinión, mejor hechas de Dragon Ball. A diferencia de lo que ocurriría con los enemigos que llegaron después, Vegeta no moría durante el combate sino que se le permitía huir porque Goku quería tener la revancha algún día, pese a que el malvado saiyano prometió acabar con todos ellos en cuanto se recuperase.
De aquí pasamos a la saga de Namek, donde se forjaron alianzas inesperadas que acabaron con Vegeta varado en la Tierra, la saga de Célula con el personaje teniendo un hijo y cuestionándose su poder y la saga de Bu con otro de los momentos más recordados de nuestra generación: Vegeta vendiendo su alma al diablo para ser más poderoso, pero dándose cuenta de su error al final y explotando para intentar matar al Monstruo Bu. Cómo olvidar esa escena en la que se despide de su familia y de Goku, ¿eh?. Unos capítulos más tarde volvería como un héroe y sería esencial para salvar el universo de las últimas formas de Bu.
El recorrido de Vegeta por Dragon Ball tiene, desde mi punto de vista, dos cosas en común en todas sus etapas. La primera es que vemos un personaje molón, con frases míticas y momentos para la reflexión y la violencia por igual, convirtiéndose en el preferido de muchos fans. La segunda es la constante contradicción en todas estas etapas, sobre todo a partir de la saga de Célula. Es bueno, es malo, quiere a su familia, le da igual que su familia muera, mantiene su orgullo pero renuncia a matar, sigue matando gente como si nada (en su primer combate contra los Androides mata a personas inocentes), odia a Goku, admira a Goku.
Esto podría ser una característica atractiva del personaje de haberse narrado como contradicciones reales que formaban parte de Vegeta y no como dudas en la forma de diseñar al personaje por parte del autor. Y, aún con estas incoherencias, Toriyama logra darnos un personaje inolvidable y muy apreciado. Pero entonces llegó Dragon Ball Super y, ¿sabéis qué?, que se acabaron las incoherencias. Vegeta ha evolucionado y ahora es un tío guay, un hombre de familia y un amigo imprescindible para Goku.
Que no se entienda lo escrito anteriormente como una crítica destructiva a la obra o a Toriyama, pues Vegeta estaba sujeto a contradicciones bastante habituales tanto de la época como del tipo de personaje que estaba destinado a ser (el villano cruel que se ablanda y se vuelve el principal apoyo de los buenos, todo un clásico). Nada de lo que le sucede en Super sería posible sin esas contradicciones que él mismo aprovecha para reflexionar en algunos momentos.
Para empezar, Vegeta ya no es un rival al uso que está dispuesto a todo por superar a Goku, sino que utiliza esa vieja actitud suya como falsa excusa para soltarle algún improperio de vez en cuando. Cuesta dejar de lado las antiguas costumbres y el orgullo obliga al Príncipe de los Saiyanos (título que al fin ignora) a seguir metiéndose con su amigo y querer estar a su nivel, pero ya no es algo tóxico. En muchas ocasiones reconoce abiertamente que Goku va un paso por delante de él y le cede su puesto para acabar con enemigos especialmente fuertes, como cuando Trunks va a curar a su padre y este le dice que cure a Goku porque es el único capaz de ganar a Zamasu.
El Vegeta que se enfrenta a la última forma de Bu en el Planeta de los Kaioshin es el que ha prevalecido y es, en mi humilde opinión, la mejor faceta del personaje.
Cuando el grupo regresa a la Tierra tras derrotar al ya mencionado Zamasu vemos una de las mejores escenas de la obra. Bulma lanzándose a los brazos de su marido intentando contener las lágrimas de alivio al ver que está sano y salvo. Se nos muestra a un Vegeta avergonzado que, en la viñeta siguiente, posa su mano sobre la cabeza de su mujer para que llore a gusto. Después de ver algo así no nos sorprende tanto que el orgulloso saiyano renuncie temporalmente a su entrenamiento divino para estar junto a su mujer durante el parto de la segunda hija de ambos. Sí, Vegeta dejando de entrenar para pasar tiempo con su familia. Hay cosas en las que Goku no va un paso por delante, ¿eh?
"El odio y el rencor solo sirven para generar más disputas" es lo que le contesta uno de los últimos namekianos a Vegeta cuando pregunta si aún recuerdan las maldades que cometió contra su raza. Es solo una frase, y quizás en otro tipo de manga se alargaría más la conversación, pero creo que decirle esto a Vegeta tiene un peso tremendo en su historia.
A mitad de la saga de Moro, el marido de Bulma quiere hacerse más fuerte para salvarlos a todos (obviamente hace la tontería de decir que es para superar a Goku) y se va a Yadrat, donde su viejo amigo aprendió a teletransportarse, y descubre que es aún más poderoso de lo que nunca había imaginado.
Durante el entrenamiento se revela que Vegeta cargaba con un desequilibrio entre la fuerza de su cuerpo y la fuerza de su espíritu, pero también que posee una determinación tal que con esfuerzo y la ayuda de los Yadrat es capaz de encontrar ese equlibrio que le faltaba y aprender técnicas de todo tipo. Tras un par de intentos logra utlizar la teleportación instantánea y volver a la Tierra con más poder y confianza que nunca, donde se nos muestra su nueva y, en opinión de un servidor, impresionante habilidad: La separación de espíritu. Extraer de un ser vivo cualquier energía extra que no le pertenezca (incluso bromea con separar a Piccolo de Kami y Nail). Y resulta que Moro basa todo su poder en robarle energía a otros.
Goku puede darle el golpe final al malo, pero es Vegeta quien fuerza una transformación desesperada en él, quien libera a la Tierra de la inminente absorción de Moro y es, en una escena que ya ha quedado grabada en mi memoria para siempre, quien improvisa un uso invertido de su nueva técnica para formar una enorme bola de energía y lanzarle a Goku la fuerza de todos sus aliados y de un pequeñajo que heredó el espíritu de cierto monstruo de color chicle. Cuando pensaba que sus actos en Namek ya eran suficientes para confirmar a Vegeta como un protagonista a la altura de Goku, va el tío y crea su propia Genkidama.
Siendo sincero, había empezado a escribir con la idea de comentar la evolución tanto de Goku como de Vegeta, pero casi al final me he dado cuenta de que no he dejado espacio para Kakarot. El marido de Bulma está dando mucho de qué hablar, ahora más que nunca. Y no sabéis cuánto me alegro.
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