martes, 24 de marzo de 2015

[Análisis] Dragon Age Inquisition (2014). Una fantasía inolvidable.


La famosa saga de Bioware (bueno, una de ellas), llega a su aparente fin con una tercera entrega que se esfuerza por alcanzar un nivel aún mayor al de sus predecesoras. Puede que en ciertos aspectos este logro sea discutible, pero es innegable que Inquisition es un videojuego de primerísima calidad y uno de los mejores RPG de los últimos años (y de la historia, si los clásicos casi olvidados me lo permiten).
Con esta tercera parte de Dragon Age queda bien claro que el género del rol no deja de evolucionar y que, tarde o temprano, siempre nos da lo que pedimos.


La historia de Inquisition, si bien esta fuertemente ligada e influenciada por Origins y Dragon Age 2, no sufre de ser excesivamente continuista en cuanto a personajes o localizaciones.
Los hechos acaecidos en anteriores entregas (los cuales podemos personalizar para que el juego tenga en cuenta las decisiones tomadas en nuestras propias partidas) han llevado a gran parte de Thedas (lugar donde se desarrolla la trama de toda la saga) a una terrible guerra entre magos y templarios. El conflicto se ha corrompido hasta el punto de que ambos bandos han olvidado por completo sus verdaderos objetivos y se dedican simplemente a buscar el exterminio del otro llevándose por delante a cualquiera, ya sea gente inocente o magos y templarios que prefieren no tomar parte en la guerra.

Con la esperanza de llegar a una solución pacífica, varias personalidades importantes se reunen para mediar en el conflicto durante un acto sin precedentes. Pero antes de poder alcanzar un acuerdo, un terrible suceso acaba al instante con las vidas de todos los allí reunidos y los demonios empiezan a caer de una enorme brecha en el cielo, acabando así con la poca estabilidad que le quedaba al mundo.
Al ver sus hogares sumidos en el más absoluto caos, unos pocos deciden recurrir a una antigua tradición perdida hace miles de años, una organización independiente nacida para imponer el orden y la justicia en un mundo carente de ambas.
Thedas necesita que renazca la Inquisición.


Ya de inicio el argumento de Inquisition promete una aventura de proporciones épicas digna de las grandes aventuras de fantasía. Por suerte, el profundo sistema de rol presente en toda la saga (quizás en menor medida en Dragon Age 2 por exigencias argumentales) nos sumerge de lleno en la acción para que seamos los protagonistas absolutos y no meros espectadores. No en vano es un videojuego, y nada menos que de Bioware.
Personalización total, toma de decisiones con enormes consecuencias y un gigantesco mundo a nuestra disposición lleno de cosas por hacer.

Sobre la caracterización del personaje, regresa la posibilidad de elegir la raza de nuestro protagonista y editar sus rasgos físicos a placer. Podremos escoger entre las principales y más civilizadas razas de Thedas: Humanos, elfos, enanos y quanaris. Esta elección no influirá únicamente en nuestros rasgos base y nuestras bonificaciones iniciales, también en ciertas misiones, conversaciones e incluso la actitud de nuestros aliados, pues Dragon Age es un mundo donde la política y las cuestiones raciales están muy presentes.
Después elegiremos la clase de nuestro personaje, teniendo guerrero (con arma y escudo o arma a dos manos), pícaro (a dos dagas o arquero) y el mago. Cada uno tiene sus propias habilidades y papel táctico en las batallas que deben combinarse con los diferentes compañeros a nuestra disposición para poder sobrevivir.


El sistema de compañeros es una mejora del que teníamos en Dragon Age 2, sin llegar a la profundidad de Origins (en parte negativo, en parte positivo). No pararemos en cualquier momento para tener largas y profundas conversaciones con nuestros aliados, perdemos cualquier herramienta para medir el nivel de amistad o aprobación que nos estamos ganando (o perdiendo) y no recibiremos instrucciones precisas de qué hacer para llevarnos bien y cumplir con cada personaje.
En términos de jugabilidad RPG esto es un paso atrás considerable (comparado con Origins y otros juegos de mecánicas similares), pero si consideramos la inmersión y el realismo que esto provoca en las relaciones nos damos cuenta de que Bioware ha acertado de pleno.

Los jugadores hemos pensado siempre que un personaje carismático y profundo debe hacer notar su personalidad, debe dejar claras sus ideologías y ponernos en bandeja el tipo de actitud que hay que tener con él para ganarnos su amistad o su antipatía. Nos olvidabamos del realismo.
Pero en Inquisition los personajes son mucho más difíciles de comprender, siempre esconden algo (a muy pocos llegamos a conocer completamente), siempre tienen más facetas de su personalidad aparte de la que muestran en público (un aplauso en este sentido al amigo Varric) y en las conversaciones que mantendremos con ellos en el campamento podremos ver como su forma de tratarnos varía sin que sepamos muchas veces la razón. Aún así, siempre habrá momentos cómicos o conversaciones no interactivas durante la aventura que nos dejen ver que siguen estando bastante estereotipados, algo que Bioware debería corregir en próximos juegos de rol.


En el apartado gráfico y los diseños de personajes, enemigos y localizaciones, Dragon Age Inquisition es probablemente el mejor representante de la fantasía épica. Desde hermosos prados a oscuros yermos, desde simples humanos hasta enormes dragones, la obra de Bioware nos ofrece un espectáculo comparable al de las mayores obras cinematográficas y literarias del género, pero sin dejar de ser bastante creíble y realista.
Hay un pero a destacar, y es que Inquisition tiene un problema con los brillos de ciertos colores de pelo, armas y armaduras. No es algo que pueda considerarse un fallo de programación (todo indica que se hizo así adrede) y acaba pasando desapercibido tras unas horas de juego, pero molesta un poco que al hacerte un personaje moreno, serio y con una bonita armadura, acabes teniendo a un protagonista que parece haberse bañado en abrillantador durante tres horas. 

La banda sonora se puede describir con las mismas palabras usadas en el párrafo anterior. Es cien por cien fantasía, con melodías perfectas para cada momento y capaces de emocionarnos incluso cuando la situación no lo hace. En concreto la canción principal del título, que escucharemos en varias ocasiones y con muchas variantes, resulta muy satisfactoria y se percibe el trabajo que hay detrás de su composición.
Puestos a hablar del sonido, el doblaje (en perfecto inglés, como corresponde a Bioware) es alucinante y uno de los trabajos de mayor calidad que he visto. Acentos propios de cada región, expresión propia de ciertos personajes y una gran inmersión en la historia que el doblaje español de videojuegos no ha logrado a día de hoy.


Junto con todas estas especificaciones, se abre a nuestros pies un mundo gigantesco, lleno de cosas por hacer, secretos que descubrir y desafíos aptos para los mejores guerreros. Tal es la cantidad de cosas por hacer (misiones secundarias, reclutamiento, fabricación, exploración, coleccionismo...) que podemos haber jugado un centenar de horas y llevar apenas la mitad de la trama principal hecha.
Hay una zona, el Yermo Siseante (un gran desierto en un ambiente eternamente nocturno), que me llevó más de 10 horas completar...¡Sin tener ninguna misión de la trama principal en ese lugar!
Es un juego para completistas, para viejos roleros abiertos a las nuevas oportunidades de la acción y el sistema de mundo abierto, pero también para aquellos que simplemente quieran disfrutar de la historia y pasar un buen rato (aunque para ellos, mejor ajustar el nivel de dificultad por lo bajo).

Dragon Age Inquisition es uno de los mejores videojuegos de nuestro tiempo, pero no es la obra perfecta se exige él mismo. Ciertas carencias en la personalidad de los protagonistas (cualquiera con un poco de cultura en este género les acabará viendo estereotipados y descompensados unos con otros), algunos detalles del diseño y la ausencia injustificada de un par de personajes importantes de la saga (lo que lleva a pensar en una no muy lejana expansión) empañan un poco esta entrega que con tanto mimo nos ha ofrecido Bioware.
Aún así, es un gustazo ver que algunas compañías nos dan lo que prometían, nos hacen pagar por un juego que va a tardar meses en volver a la caja y posiblemente volvamos a jugar en varias ocasiones.
Perder la noción del tiempo mientras estás jugando. Eso es un buen videojuego.
Eso es Dragon Age Inquisition.

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